Solicitamos su permiso para obtener datos estadísticos de su navegación en esta web, en cumplimiento del Real Decreto-ley 13/2012. Si continúa navegando consideramos que acepta el uso de cookies. OK | Más información
Críticas cinematográficas y análisis fílmicos
El murciélago, símbolo de Batman.

Batman (1989) de Tim Burton, crítica y personajes de la película y el cómic

Los de mi generación recordarán cómo allá por los finales de los 80 e inicios de los 90 apareció en nuestra vida cotidiana aquello que fue conocido como la Batmanía. Aquella masiva comercialización de productos con el emblema de un murciélago como punto en común, no podía sino responder a lo que fue el estreno de uno de los filmes más esperados por los amantes del cómic; la traslación de las andanzas del superhéroe Batman a la gran pantalla.

Nacido allá por 1939 de la imaginación de Bob Kane, Batman es uno de esos superhéroes genuinamente americanos que traspasaron la frontera de su país para encontrarse con una muy considerable aceptación en otras partes del mundo. Al margen de una hábil política de comercio, tal vez se deba a que Batman incluye un factor de humanidad y misterio, de complejidad psicológica de la que carecen muchos otros personajes del tebeo, mucho más planos y simples. Portada de un ejemplar de 'Batman', de DC Comics.El artista norteamericano pronto convirtió a su enmascarado en la estrella de DC Comics, la gran rival de la Marvel en el terreno de las viñetas. Frente a los superpoderes que hacían invulnerables a otros superhombres, Batman ofrecía su fragilidad, basando sus contiendas en la agilidad, la inteligencia y la ayuda de sus gadgets. Además, las historias de Batman se ven reforzadas por su estética oscura y gótica, con un escenario imaginario, una ciudad que no existe, un tiempo no definido, y un, todo hay que decirlo, extraordinario elenco de personajes secundarios, donde con luz propia destacan un extravagante e interesantísimo grupo de villanos.

Dejando de lado la casposa y abominable serie de los años 60, ejemplo del kitsch y de cutrerío más hortera, ya algunas series de dibujos animados habían mostrado buenas maneras, aunque en su mero intento de servir de ocio a los más pequeñajos dejaban poco sitio a la verdadera esencia del hombre murciélago, para centrarse en aventuras más o menos entretenidas.

Pero quizás ni el más acérrimo fan del superhéroe de Gotham y de las tramas ideadas por Kane podía siquiera imaginarse las grandes películas que iban a hacerse. La razón lógica hay que buscarla en su director, Tim Burton; uno de los grandes genios y una de las personalidades más peculiares que nos ha dado a conocer eso del cine. Burton de sobra ha demostrado su maestría y su sensibilidad para unir lo fantástico y lo íntimo en joyas como ‘Eduardo Manostijeras’ (1990), ‘Ed Wood’ (1994), o ‘Big Fish’ (2004).

La figura de Bruce Wayne, o mejor dicho, su doble personalidad, encajaba a las mil maravillas dentro del esquema y del universo Burton. Aficionado al negro y a lo gótico, el director supo mostrar con todo rigor uno de esos personajes que tanto le gustan. Un solitario, un incomprendido, alguien que tiene algo de monstruoso, y que en un momento dado se desvive por ser aceptado por el mundo que le rodea. Mundo, por supuesto, fantástico y fantasioso, salido de la creatividad, y si se quiere excentricidad, de su excelso autor.

Tim Burton tenía bien estudiado a Bruce Wayne, y frente a quienes tildaban de locura escoger a Michael Keaton como protagonista, él se empecinó en su decisión y se salió con la suya. Porque Keaton, acostumbrado al registro cómico, interpretó a las mil maravillas el papel de ese millonario ermitaño, con un continuo deje de tristeza, amargura e incluso autismo en su rostro. De quien no ha encontrado el rumbo ni el sentido a su vida, y sobre todo del que no ha querido saber nada o muy poco de los que le rodean. Wayne cambió de personalidad a partir del terrible trauma que le supuso presenciar el asesinato de sus padres. Michael Keaton tuvo el honor de encarnar al superhéroe.Desde ese momento se convierte en un solitario, semejante a un murciélago que se encierra en su cueva. Una cueva, eso sí, en forma de lujosa mansión de época, con enormes salones y carísimas obras de arte ornamentando cada esquina. Sólo Alfred, el tópico mayordomo británico, hace compañía a Wayne, a la vez que ejerce de padre y tutor.

La zoología habla de este quiróptero como de un mamífero nocturno, capaz de detectar a sus presas en la más absoluta oscuridad, y guiándose simplemente por ultrasonidos. Un hábil volador, que gusta de refugiarse en lugares un tanto siniestros, que duerme boca abajo y que es omnívoro, llegando incluso al vampirismo en los trópicos del continente americano.

Tras un disfraz que reproduce la fisonomía de tal animalejo, Wayne persigue y aterroriza criminales, en un acto de búsqueda de venganza o, según se vea, justicia. “Siempre sobreviven”, asegura Batman a Vicki en la primera visita de ésta a la gruta. Gracias a su antifaz y su capa a modo de patagio, su labor de Némesis pronto se hace célebre en los mentideros de Gotham, teniendo mucho de leyenda urbana y convirtiéndose poco menos que en una especie de Drácula, fruto de exageraciones provocadas por el terror a lo desconocido.

Por eso resulta gracioso escuchar las críticas de quienes acusan a Keaton de enano soseras, esperanzados, sin duda, en haberse encontrado con el típico héroe guaperas que además hace las delicias del público con absurdas chanzas y gracietas.

Y es que para lo de las gracietas ya estaba otro, por cierto, quien aparece en primer lugar en los títulos de crédito (ya se sabe, cosas de la fama). Me refiero, lógicamente, a Jack Nicholson, a la sazón Joker, y quien, al igual que Keaton, no pudo encontrar papel más adecuado a sus características; el de un psicópata bromista, caricato y gesticulante hasta el paroxismo. El Joker es tan antagónico a Batman que sólo se me ocurre un punto que les una, el que sus dobles personalidades hayan surgido de un acto violento. Pero si bien uno optó por encerrarse en sí mismo, el otro decidió sacar fuera su locura, tomándose la venganza a través de inocentes. En su afán de aniquilación se valdrá de la avaricia y la codicia de los ciudadanos por el vil metal (“Auri sacra fames”).

Ambos protagonistas son contrarios incluso en estética, porque si, como se ha mencionado, uno destaca por la negrura de su indumentaria, su enemigo lo hace por su chillón colorido, con una combinación de púrpuras, blancos, rojos y verdes que debe sacar de quicio a los más ilustres nombres del diseño de modas. Hay que decir que todos los singulares atavíos de las películas surgieron de la imaginativa de Bob Ringwood (‘El Imperio del sol’, ‘Dune’, ‘Excalibur’).

La chica, que no podía faltar como en toda aventura que se precie, es Kim Basinger, estupenda. Una cabellera rubia, y un par de piernas que relucen en medio de un ambiente tan gótico y siniestro. Nadie como Jack Nicholson para interpretar al Joker.Si en el mundo del cine se considera que la verdadera carrera como actriz de la Basinger empezó con su magnífico papel de cocotte disfrazada de Veronica Lake en ‘L.A. Confidential’, ya antes había dejado vislumbrar su talento en varios films de ésos que son desconsiderados o poco valorados por los críticos. Y ‘Batman’ es uno de ellos. Porque aparte de su innegable atractivo físico, responde más que correctamente en las escenas de comedia y también en las de su relación amorosa con el multimillonario Wayne, donde, cuando no hay máscaras de por medio, es ella quien lleva la voz cantante.

La película muestra a su vez otra de las constantes del cine de Burton, que a veces pasa desapercibida, pero que deja a las claras por qué es uno de los mejores directores de la actualidad. Y es que el cineasta conoce tanto la técnica cinematográfica como la historia del cine. Burton ama el cine, lo adoraba desde su niñez (si es que su infancia ha concluido), y no deja pasar la ocasión para homenajear con su trabajo lo que tantos momentos de felicidad le ha aportado a lo largo de su vida. Como en todas sus obras, incluye a un actor de leyenda en su reparto, en este caso a Jack Palance (el inolvidable pistolero, rival de Shane, en ‘Raíces Profundas’), y aunque su presencia es corta, resulta adecuada y nostálgica al mismo tiempo. En un papel tan apropiado como el del mafioso Grissom, Palance compite de igual a igual con Nicholson en sus escenas, formando ambos una pareja de malvados de las que ya se hacen pocas.

También destaca una pléyade de secundarios con: Robert Wuhl (el reportero Alexander Knox), secundario cómico que acompaña a Vale; Billy Dee Williams (fiscal Harvey Dent), conocido por ser Lando Calrissian en la galáctica saga de George Lucas; Pat Hingle (comisario Gordon), quien era habitual con Elia Kazan; o Michel Gough (el ya mencionado Alfred) especializado en el género de terror, tan del gusto de Burton.

Asimismo, ese tono mafioso y de género negro, tan de los años 30, deja claras las influencias a la hora de representar el ambiente gangsteril. Algo muy parecido a lo que sucedió en ‘Dick Tracy’ (1990), de Warren Beatty. La marca Warner se hace patente, ya que el cine clásico y el cómic se funden en uno. Es evidente la presencia de Raoul Walsh o Wellman dentro de este apartado. Y qué puede decirse de Nicholson, quien con su interpretación se convierte en una perfecta renovación y alter ego de James Cagney.

El argumento no es lo más importante del film, pero siendo fiel a la esencia de un cómic logra un buen ritmo narrativo, combinando el estudio de los personajes con entretenidísima acción y aventura. Dentro de esta última se hicieron las delicias de los fans con dos famosos cacharros, el Batmóvil y la Batnave, que, a semejanza del Aston Martin bondiano, resultaban ideales para combatir a los esbirros de Nicholson con sus innumerables artilugios. Todas las peleas son, por supuesto, nocturnas, y van acompañadas de la oscuridad y la niebla inherentes a lugares como las callejuelas, la fábrica de productos químicos o la catedral de Gotham. Batman sujeta de las solapas al Joker.También es digno de elogio que la cinta atesore momentos de ésos que no se olvidan y permanecen imborrables en la memoria del espectador. Quién habiendo visto ‘Batman’ de niño puede olvidarse de aquello de: “Dime chico. ¿Has bailado con el Demonio a la luz de la Luna?”

De la estética del film ya se ha dicho casi todo. Quien conoce el universo Burton ya sabe lo que le espera. Por un lado, un universo gótico sumido en la más profunda y misteriosa oscuridad, por otro los más estrafalarios y extraños objetos que uno pueda imaginar. Todo ello llevado a cabo en los famosos estudios Pinewood de Londres, y gracias a un enorme desembolso económico. Se llegó a decir que desde la ‘Cleopatra’ de Mankiewicz ningún film había tenido unos decorados tan caros, pero la verdad es que tal afirmación más parece responder a estrategias de marketing. El caso es que, como ocurría con la ‘Metrópolis’ de Fritz Lang, o la futurista Los Ángeles de ‘Blade Runner’, la ciudad cobra personalidad y entidad en sí misma, siendo una parte fundamental en la vistosidad de la película. Cada rincón y escenario parecía destinado a convertirse en mítico con el paso del tiempo.

La banda sonora está realizada a medias entre dos maestros de la música, cada uno en su terreno. Por un lado, como todo seguidor de Burton sabe, Danny Elfman, colaborador del director en todas sus obras y auténtico mago en cuanto a orquestación y sonidos fantásticos. En esta ocasión su trabajo destaca por su continuo y frenético ritmo, siendo el emblema la pieza que ya se ha hecho archifamosa, ‘Batman’s Theme’. También hay momentos en que Elfman juega con melodías clásicas, propias de un salón de baile o un ballet (‘Beautiful dreamer’, ‘Waltz to the death’).

El otro maestro a quien me refería no le va a la zaga a Elfman en cuanto a composición. Se trata de Prince, o por aquel entonces Prince, hoy The Artist o como diablos quiera llamarse. El caso es que el cantante de Minneapolis ideó una serie de canciones para ser insertadas en el film. Contrastando con el ritmo serio que a veces pone Elfman para acompañar los momentos íntimos del enmascarado, Prince aporta el desenfado y el ritmo pop, muy adecuado para las locuras de Joker. De hecho, colores tan estrechamente relacionados con el solista, Portada de la primera de las secuelas.como el púrpura, abundan en la indumentaria del pérfido clown. Destacan canciones como ‘Party Man’ (en el museo) o ‘Trust’ (canción que escuchamos en el festival con globos organizado por el bufón).

Y ya el final de ‘Batman’ marcaba bien a las claras que tarde o temprano llegaría la inevitable secuela, la cual respondió a un nombre tan apropiado como poco original, ‘Batman Vuelve’ o ‘Batman Returns’ (1992).

Aunque el resultado global de esta segunda resultó, en general, algo más bajo que el de su predecesora, seguía siendo un dignísimo Batman, que continuaba reuniendo las grandes virtudes de la primera parte.

La principal diferencia es que ‘Batman Vuelve’ ofrecía una mayor tenebrosidad, convirtiéndose por momentos casi en cine de terror. Si bien la cinta empieza con una Gotham en plena Navidad, que recuerda a un cuento de Dickens, poco a poco la monstruosidad empieza a hacerse notar (el director parece empeñado en demostrarnos lo terroríficas que son las navidades).

Otra característica muy llamativa del film es el metraje que se dedica a los villanos, pues en la secuela era tan potente la personalidad de éstos que el papel de Keaton veía reducido su protagonismo. Destacaba en gran medida la inclusión de un personaje tan psicológicamente atrayente como sexualmente atractivo, la felina Catwoman. Con el rostro y el cuerpo de la maravillosa Michelle Pfeiffer (la cual, por cierto, acoplaba muy bien sus formas a un vestido negro), la malograda Selina resulta ser el alma gemela del hombre murciélago. Dos solitarios, que escondidos tras una máscara tratan de buscar su propia identidad. Resulta en este aspecto muy acertada la escena del baile de máscaras, donde se invierten los papeles, y son Wayne y Selina los únicos concurrentes sin antifaz. Una relación amorosa muy interesante, y, teniendo en cuenta el tono del film, tratada de forma bastante erótica, que gracias a la ya mencionada belleza de la Pfeiffer, provoca en todos los espectadores masculinos el deseo de convertirse en Bruce Wayne, para sentir los ronroneos y lengüetazos de tan adorable gatita.

Por otro lado, un simpático Danny De Vito consigue convertir su fragilidad y su anormalidad física en motivo de compasión, hasta que uno se da cuenta de las malignas intenciones de El pingüino. Es éste otro de esos personajes genuinamente burtonianos; monstruo deforme que es abandonado y rechazado por el mundo. En la introducción de la película los padres de Oswald (verdadero nombre de El pingüino), arrojan a éste a un río dentro de una cesta, cuando aún es un bebe. La corriente lo arrastra hasta el recinto del zoológico de Gotham donde residen los susodichos pájaros bobos. Estas aves adoptan al bebe como a uno más dentro de su familia, y Oswald se cría en las alcantarillas, alimentando en su interior un deseo de venganza y destrucción masiva. Por ello acaba convirtiéndose en el cabecilla de la bandada, considerando a sus congéneres como un ejército al que ordena y arenga con maneras de general.

Murciélago, gata y pingüino. La fauna de Gotham es tan variada y siniestra que algunas voces dejaron entrever que éstas no eran películas muy adecuadas para los niños. Y es que en esta segunda parte cada personaje aparece como un avieso monstruo, lo que a mi juicio perjudica un tanto, pues es tan excesiva la excentricidad de los miembros de la banda del Triángulo Rojo (los esbirros del Pingüino), que acaba por hacerse un poco ridícula. Además parece que cada uno de los personajes es digno de una biografía particular, y entre unos y otros acaban robándose protagonismo.

Si no, no hay más que fijarse en el otro malvado, el cual tiene la faz de uno de esos actores que uno sólo se imagina ejerciendo de villano o psicópata; el siempre inquietante y siniestro Christopher Walken. El tipo en cuestión responde al nombre de Max Shreck (homenaje al actor que interpretó al ‘Nosferatu’ de Murnau), un avaricioso empresario sin escrúpulos, que llega hasta el límite del asesinato (la secuencia en que intenta matar a Selina es antológica). La de Walken es, como siempre, una aparición muy interesante, sólo eclipsada por el interés que despiertan el Pingüino y, sobre todo, Catwoman.

Podríamos decir que el balance de ambos filmes es excelente, consiguiendo los dos principales objetivos del cine fantástico, entretener y fascinar al espectador con las imágenes. En mi opinión nadie hasta hoy ha sido capaz de dar tanta grandeza a las aventuras de Batman como Tim Burton. Catwoman y el Pingüino, las estrellas de la función en 'Batman Returns'.El hombre murciélago parecía un personaje creado para que él lo plasmase en una pantalla de cine, y no desaprovechó la ocasión. A Burton se le ha llamado casi de todo, incluido chiflado, loco, o enfermo. Pero sería muy larga la lista de genios que han sido calificados con los mismos o peores adjetivos. Este director es un soñador, alguien que vive en su mundo y que ve en el cine el medio perfecto para darlo a conocer. Sus personajes no son otra cosa que él mismo, alcanzando las más altas cotas de la autobiografía en ‘Big Fish’.

Quizás la otra gran adaptación sea también obra de Warner Bros., que con su serie animada de los 90, parecía seguir el camino iniciado por Burton. Algo que dejó de hacer el cine, porque, si como he dicho, las dos primeras películas me parecen extraordinarias, de las posteriores versiones de las aventuras del superhéroe mejor no hablar. Si en la tercera entrega, ‘Batman Forever’ (1995) de Joel Schumacher, el nivel era flojísimo, la cuarta, ‘Batman y Robin’ (1997), ya era sencillamente bochornosa. En parte gracias al maldito Robin, despreciable acompañante que nada pinta junto al solitario hombre murciélago, y que personalmente siempre me pareció un mariquita de discoteca. Y aunque Val Kilmer y George Clooney son dos buenos actores, para nada igualaban el buen hacer de Keaton, especialmente el último, que demostró su tremenda inadecuación al personaje. Asimismo es una lástima que se desaprovechara a gente de la talla de la grandiosa Nicole Kidman, Tommy Lee Jones o Uma Thurman, en el papel de una gran enemiga como Poison Ivy. Resulta evidente que una vez que Burton y su neogothic desaparecieron, Batman quedó reducido al convencionalismo hollywoodiense en cuanto al cine de acción actual. Es decir, una sucesión de explosiones, cámaras rápidas, montajes chapuceros y chistes malos.

Lo nuevo viene de Christopher Nolan, director de uno de esos filmes que se denominan de culto, ‘Memento’ (2000). Con el título de ‘Batman Begins’ y con Christian Bale como protagonista, la cinta pierde la estética propia de la Gotham City ideada por Kane, para centrarse en los dilemas emocionales del solitario heredero. Está claro que habrá murciélago para rato. Y es que como suele decirse: “Mientras las fuerzas del mal amenacen Gotham, siempre necesitaremos la ayuda de Batman”.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR
Crítica de Joker

Crítica de Joker

Crítica de Taxi Driver

Crítica de Taxi Driver

Crítica de La Naranja Mecánica

Crítica de La Naranja Mecánica

subir

Scaramouche

Sobre El Parnasillo

Sobre El Parnasillo
El Parnasillo es una página cultural con un recorrido de más de 10 años donde podrás leer críticas cinematográficas y análisis fílmicos y de series de televisión.
Con el tiempo también fui dando cabida a otros géneros literarios como el relato, los aforismos y la poesía, hasta convertirse en la plataforma o revista multicultural que es hoy en día.
Ir Arriba