Dudas
Hoy te vi crecer.
Hoy te vi morir.
Hoy me pregunté quién eras tú.
Hoy me pregunté si tú no eras él.
Ayer dudé de mí.
Ayer dudé de que tú fueras tú, y no yo.
Ayer me imaginé que te podía ver al trasluz,
no como lo que eres, sino como lo que creo que eres.
Y parecías tan real...
que creí estar soñando.
Y parecías tan fantástico...
que creí estar despierto.
Y te parecías tanto a mí...
que creí estar mirándome al espejo.
Y, al mismo tiempo, eras tan horrible...
que temblé en acto reflejo.
Pero jamás me atrevería a afirmar
que una sombra pertenece al cuerpo que la proyecta.
Todas las sombras se parecen tanto entre sí, que es
fácil confundirlas;
mientras que los cuerpos, los cuerpos difieren mucho unos
de otros.
Entre el ser y el parecer
hay la misma diferencia
que entre mirar y ver.
Podría pasar horas y horas mirándote
sin verte,
con la mirada ausente, con los ojos inertes.
Hay cuerpos refractarios a la luz de mis ojos,
y el tuyo es uno de ellos, ¿lo sabías?
He intentado tantas veces borrar la distancia
que separa mi ser de mi parecer
–perdona, ¿he dicho placer?–,
pero siempre siento cómo una instancia superior
tira de mí hasta hacerme empequeñecer.
Para ser no hace falta proponérselo
–eres desde que naces hasta que mueres–,
pero para parecer, tiene que haber alguien a quien parecérselo.
Es la conciencia del ser la que me hace perecer...
La cruda duda madura en mí con una
raíz
que arraiga fuerte en mi pavor,
aprisionando mi dolor
y haciéndome doblar la cerviz.
Ahora ya no sé distinguir
entre el miedo y el placer.
La angustia se ha adueñado de mi voluntad
hasta aniquilarla,
y ni siquiera me ha dejado una pala(bra) para recoger las
migajas.
Sólo alejándome de mí
conseguiré verme como lo que soy.
Sólo alejándome de mí
despejaré toda duda
sobre mi condición.
Sólo alejándome de mí
podré tener la verdadera convicción
acerca de quién soy yo.
Óscar Bartolomé