Sobre El Parnasillo

Después de finalizar la 5º temporada de ‘Louie’, y sin visos aún de renovarla por una sexta, el stand-up comedian Louis C.K. estrenó, para sorpresa de propios y extraños, una nueva serie, ‘Horace and Pete’, y lo hizo saltándose los canales de distribución habituales, haciéndose cargo él mismo, cual demiurgo u hombre del Renacimiento, de todo el proceso creativo y de producción: él escribe los guiones, él dirige los capítulos y él los distribuye a través de su página web, previo pago de 5 dólares por el piloto y 31 por la temporada completa.
‘Horace and Pete’ es una serie improvisada y coral donde Louis C.K. se ha rodeado de un elenco de actores de primera fila como quien invita a una fiesta a sus mejores amigos. Entre otros rostros ilustres de la pequeña pantalla, por el centenario pub irlandés que da nombre a la serie desfilan Steve Buscemi (Pete hijo), Jessica Lange (Marsha), Alan Alda (Pete padre), Edie Falco (Sylvie), la inolvidable esposa de Tony Soprano, y el omnipresente y ubicuo Reg E. Cathey, a quien últimamente hemos podido ver en ‘House of Cards’, ‘Banshee’ y la más reciente ‘Outcast’. A diferencia de ‘Louie’, donde el cómico neoyorquino es el protagonista absoluto, en ‘Horace and Pete’ la atención se reparte casi por igual en todos los personajes principales. Mi preferido, por su carácter atrabiliario y sarcástico, es el cascarrabias que interpreta Alan Alda.
Aunque, a priori, pueda parecer una comedia, stricto sensu, lo cierto es que ‘Horace and Pete’ tiene mucho más de drama, con esos toques de humor negro característicos de Louis C.K., absurdo, irreverente, mordaz y surrealista en grado sumo. Su puesta en escena es claramente teatral, pues está rodada íntegramente en interiores (aunque sin risas enlatadas, como acostumbran a hacer las típicas sitcom). Los diálogos lo son todo, cosa que no es de extrañar cuando la acción transcurre en la barra de un bar, donde los típicos beodos que ven la vida pasar entre trago y trago de Budweiser (la única cerveza que sirven) o licor sin mezclar discuten acaloradamente sobre lo humano y lo divino (en eso es fácil encontrarle un parecido razonable con la mítica ‘Cheers’). Entre los muchos temas sobre los que debaten los dipsómanos impenitentes del ‘Horace and Pete’ los hay de rabiosa actualidad, como las primarias en EE.UU. y las elecciones presidenciales, con el caricato de Donald Trump como diana de los mayores dicterios.
Probablemente a causa de la forma tan precipitada en que fue rodada, ‘Horace and Pete’ combina algunos momentos memorables, dignos del mejor capítulo de ‘Louie’, con otras secuencias no tan logradas, como el flashback del último episodio. Para mi gusto, el mejor diálogo es el que mantiene Horace (Louis C.K.) con la mujer afroamericana con la que acaba de acostarse, donde ella le hace dudar sobre si ha tenido sexo con un transexual. Ahí salen a flote todos los prejuicios e ideas preconcebidas que cualquiera de nosotros tendría de estar en su pellejo. Es una conversación sincera y descarnada como pocas.
La anarquía creativa es palmaria en cuanto a la duración de los capítulos, donde no hay ningún patrón o pauta establecida, y van de la media hora a la hora larga. Por otra parte, pocos directores tendrían el atrevimiento de rodar un capítulo entero en un plano contraplano y en un diálogo casi inacabable, o fulminar un personaje (Pete padre) en una elipsis brutal.
Como curiosidad o anécdota, el título, ‘Horace and Pete’, lo es también de la canción de Paul Simon que se escucha en los títulos de crédito.
No sabemos qué hará Louis C.K. después de este interludio experimental que es ‘Horace and Pete’. Sólo espero que no nos prive de su presencia a la vez tierna y cáustica, porque lo que es seguro es que le echaríamos de menos.
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Óscar Bartolomé