Sobre El Parnasillo

La imagen reflejada
Con una palmatoria en la mano, se dirigió a su alcoba, pues era hora de dormir. Tan pronto como llegó apoyó el objeto en un pequeño bargueño que hacía las veces de mesilla. Acto seguido, abrió una gaveta y extrajo de ella un libro. Era una de aquellas novelas que no gozaban de buena reputación, por considerarse libérrimas y hacer apología de los instintos más degradantes. Era extraño que una dama de noble cuna contara entre sus aficiones con algo así. Empero, a ella le fascinaba el denuedo con que la protagonista de la novela se afanaba por liberarse de la opresión de una sociedad injusta y mezquina que amenazaba con fagocitar hasta el último de sus anhelos. Tanto era así, que se había convertido casi sin quererlo en su heroína, en la representación de sus ideales. Cada noche, al acostarse, leía con avidez un capítulo tras otro, hasta caer rendida por el sueño. No sabía cuántas veces habían recorrido sus ojos aquellas páginas adoradas que atesoraban una promesa, una esperanza de dicha.
Aquella noche, en cambio, dejó el libro a un lado y se acercó a la cornucopia de su tocador. Con un alambicado movimiento, hizo que el liviano camisón, que tamizaba sus egregios atributos, se desprendiera de su cuerpo. Se contempló largo tiempo, inmóvil, fascinada. La imagen que le devolvía el azogue le cautivó por su hermosura. ¿Era ella aquel bello ser? Sin duda, la certeza de que al día siguiente compartiría el tálamo con su amado caballero era razón suficiente para que su piel adquiriese una pátina de arrebol. Se sentía tanto más linda cuanto protegida. No le cabía duda de que a partir de ahora dormiría con la seguridad de ser amparada por una instancia noble y fiel.
Óscar Bartolomé