Sobre El Parnasillo

En las procelosas aguas de nuestro amor
se hundieron tantas naves
como pecios se encontraron en sus profundidades
y se ahogaron tantos náufragos
como tesoros se rescataron del mar antropófago.
Soy un bajel a la deriva
en la vastedad de un océano sin nombre
rumbo a una Ítaca sin puerto
al encuentro de una Penélope sin hilo.
Mis sentimientos son los restos de un naufragio;
mi amor, un arrecife de coral;
mi pena, el canto de una sirena;
mis lágrimas, el refugio de mi soledad.
En este desamparo del vivir de ti separado
soy como ese barco atracado a un banco de arena
en el hostil clima del desierto y del desarraigo
donde las tormentas se suceden con viento huracanado.
Azotado por la tempestad
perdí el gobierno de la nave
de la que yo era el único tripulante
y zozobré en una interminable travesía de tierras
sin costa,
de mares sin olas
y de cielos sin estrellas,
hasta caer rendido a tus pies.
Arrastrado por corrientes subterráneas
me sumergí en profundidades abisales
y descendí hasta la sima del temblor
que con su violencia
desató la furia del mar embravecido
rompiendo en mil pedazos mi embarcación.
Y ahora,
encallado en un atolón,
con la quilla partida en dos,
mi corazón recoge las velas
después de la colisión
esperando que el viento
se apiade de mí
y sople a mi favor.
Óscar Bartolomé