Sobre El Parnasillo

Sólo era un sueño
Enceguecido por el rumor descendente del agua,
resbalé en el charco de la locura.
Al principio su pestilencia de cloaca me aturdió
con la violencia de un chorro de cloroformo,
pero no tardé en acostumbrarme a su asfixiante hedor.
Con las manos embarradas me perforé
el tímpano de la cordura.
Craso error, como descubrí al momento;
el tictac del reloj sonaba dentro de mi cabeza.
Con tal de no verte,
me cosí los ojos con las hebras de tu cabello,
mas fue inútil;
el espectro de tu ausencia se me apareció en sueños.
Y soñé que no podías verme.
Me había situado detrás del
espejo,
a resguardo de tu mirada de Medusa,
pero tus ojos penetrantes atravesaban el cristal
traspasándome el corazón como una bala sin dueño.
Sólo era un sueño.
Luego le quité las cadenas a la puta
maniatada
–y digo yo, qué putada–
para atarla a los barrotes de la ergástula.
Ella se apresuró a darme las gracias
ofreciéndome generosamente su cuerpo cubierto de pústulas,
pero yo la escupí con todo el desdén de mis
entrañas.
Cuando por fin logré abrir la compuerta
de mi pecho,
el muñeco del ventrílocuo me susurró
que ya estaba muerto,
pero no le creí.
Me pareció un cuento.
Óscar Bartolomé