Sympathy for Lady Vengeance (trilogía de la venganza), crítica de la película de Chan-wook Park
Que la industria cinematográfica de Corea del Sur es una de las más potentes del momento, en lo que toca a la calidad artística de sus producciones, es un aserto incontrovertible. Abanderados por Kwon-taek Im, el más veterano, y Ki-duk Kim, el más laureado, los directores surcoreanos han copado buena parte de la atención y del palmarés de los festivales europeos más prestigiosos, deslumbrando la mirada occidental con un despliegue de lirismo difícil de encontrar en otras latitudes.
Uno de los adalides de esta nueva ola es Chan-wook Park, que tras encadenar tres títulos discretos se hizo un nombre con ‘Joint Security Area’, todo un blockbuster en Corea. Ahora, después de ‘Sympathy for Mr. Vengeance’ y ‘Old Boy’, cierra su trilogía de la venganza –o tetralogía, si incluimos el mediometraje ‘Cut’, inserto en la pieza coral ‘Three... Extremes’– con ‘Sympathy for Lady Vengeance’.
Formado en filosofía –donde se interesó por la estética– y convertido en director después de admirar 'Vértigo', de Hitchcock, Chan-wook es uno de los cineastas más cultos del panorama internacional. Amante de las tragedias clásicas, de Sófocles y de Shakespeare, no es de extrañar que sus personajes tengan mucho de Antígona y de Otelo, y que en sus obras la Muerte campee tan ufana como en 'La última noche de Boris Grushenko'.
‘Sympathy for Lady Vengeance’ no sólo comparte temática con sus predecesoras –a saber, el secuestro de un niño y un largo e injusto encierro, amén de la sed de venganza que lo salpica todo, una venganza milimétrica planeada hasta el último detalle–, sino también una narración discontinua que avanza y retrocede en el tiempo obligando al espectador a ordenar toda esa información fragmentada y aparentemente dispersa que se nos proporciona –lo que se conoce como la siembra–.
Asimismo, en lo que puede definirse como una marca de autor de Chan-wook Park, la música clásica irrumpe en las secuencias más violentas cual ballet operístico, como ya hiciera Kubrick en ‘La naranja mecánica’ con ‘La urraca ladrona’ de Rossini y ‘La Novena Sinfonía’ de Beethoven. La orquesta vuelve a estar liderada por el violín Vivaldi –baste recordar la escena de ‘Old Boy’ en que el protagonista, Oh Dae-su, le arranca los dientes a un desgraciado con un martillo al son de ‘Las Cuatro Estaciones’–, aunque esta vez el conjunto se enriquece con Paganini y, lo que es más llamativo, una canción de cuna anónima de origen valenciano titulada ‘Mareta, Mareta no'm Faces Plorar’ arreglada por Jordi Savall e interpretada por su formación Hespèrion XXI con viola de gamba y flauta travesera.
Chan-wook Park vuelve a demostrar una vez más su virtuosismo con la cámara gracias a unos travellings laterales y frontales casi imposibles –que recuerdan al espectacular planosecuencia de la pelea en el pasillo en ‘Old Boy’–, una distribución de los espacios minuciosa, acompañada de un buen uso del fuera de campo –como cuando Geum-ja descerraja un tiro a quemarropa a uno de sus secuestradores y no se ve la detonación– y unos encuadres concebidos con sumo detalle entre los cuales predominan los planos sesgados u oblicuos, como los copos de nieve que caen en la última secuencia. Esto lo adorna con filigranas visuales como la foto enmarcada de la niña que cambia la expresión de su cara adoptando un mohín de disgusto o con un plano girado 180º –plano gemelo al del columpio y la bicicleta en ‘Old Boy’–. Por lo que se refiere a la estética, su referente más inmediato es David Fincher, otro maestro en obtener sinuosos movimientos de cámara que desafían toda lógica, y en cuanto a la violencia de sus imágenes, quien más se le aproxima es Takashi Miike, compañero de cartel en la mencionada ‘Three... Extremes’.
Chan-wook vuelve a contar para la ocasión con dos rostros conocidos de su cine: Young-ae Lee, vista en ‘Joint Security Area’, y Min-sik Choi, el que fuera protagonista de ‘Old Boy’.
La belleza marmórea y glacial de Geum-ja Lee (Young-ae Lee), desprovista de todo adarme de sentimentalismo, hace bueno el dicho de que la venganza es un plato que se sirve frío. Sólo abandona este hieratismo en contadas ocasiones, como cuando está en presencia de su hija Jenny, quien le arranca lágrimas de contrición por los pecados cometidos que no puede expiar. Esta máscara de hielo que es la faz de la protagonista hace que el director tome distancia con su objeto de estudio, como un investigador de campo que no quiere dejarse exaltar por la pasión de los sentimientos. De esta manera, elige una narradora implícita capaz de adentrarse en los pensamientos y motivaciones del personaje principal, y que al final se revela como su propia hija.
Los espectaculares títulos de crédito, dignos del mejor Saul Bass, sirven para adelantarnos la paleta cromática que va a dominar toda la película: el blanco de la pureza y de la redención y el rojo de la sangre y del pecado. Inconmensurable ese plano que cierra el prólogo en el que se destaca la sombra de ojos de Geum-ja y la lágrima de expiación que se desliza por su faz, plano que se corresponde con el póster que puede verse aquí.
El rojo está presente en la sangre, obviamente, pero también en los zapatos de tacón, en la sombra de ojos, en las fresas de la tarta, en las cortinas y en todo el mobiliario del apartamento de Geum-ja. El blanco, por su parte, aparece en la tarta de tofu, en la nieve, en muchos de los vestidos e incluso en la piel nívea de la protagonista
El simbolismo de los colores se traslada a la personalidad de la “bondadosa” Geum-ja, que se debate entre el ángel y la bruja malvada. En su aspecto angelical no parecen tener cabida las pulsiones homicidas, pero las apariencias engañan. La belleza y la inocencia también pueden dar cobijo al crimen.
A pesar de mostrar una violencia estilizada cual llanto poético, tanto 'Sympathy for Lady Vengeance' como los otros dos capítulos que integran la trilogía hablan, mediante un simbolismo deliciosamente alambicado, de la futilidad de la venganza y de la degradación física y moral que provoca en quien es esclavo de este impulso autodestructivo. Como dice Oh Dae-su en ‘Old Boy’: “Buscar venganza se ha convertido en parte de mí”. En los tres casos se llega a la conclusión de que la redención es imposible para quien está preso de la ira, como demuestra la tarta de tofu que Geum-ja es incapaz de probar, a imitación de su adorada hija.
La Ley del Talión que persiguen todos los personajes de la trilogía de la venganza llega a su punto álgido en ‘Old Boy’, donde la expresión “diente por diente” cobra un sentido literal, y la coraza de invulnerabilidad que se ponen para dar cumplida cuenta de sus torturadores se resume en el siguiente lema: “Ríe y todos reirán contigo; llora, y llorarás solo”, que aprende Oh Dae-su en su prolongado presidio –como un moderno conde de Montecristo– y que guía todos sus actos.
Dostoievski, una de las influencias reconocidas de Chan-wook, con su novela 'Crimen y Castigo', está detrás de las dudas y remordimientos que carcomen la conciencia de la protagonista, una Némesis maquillada y seductora que se alimenta de Raskólnikov. No deja de ser curioso que durante estos últimos años hayan proliferado tantas películas que exploran los límites e implicaciones del pecado y de la culpa –dos temas de honda raigambre cristiana–, entre las que cabe citar 'Match Point' y 'Cassandra's Dream', ambas de Woody Allen.
Pese a la crudeza de su trama, en ‘Sympathy for Lady Vengeance’ se dan momentos de ese humor negro típicamente coreano, como la banda de música disfrazada de Santa Claus que espera a Geum-ja al salir de la cárcel entonando un cándido salmo cristiano, el dedo mutilado o el trasplante de riñón. Quizá la película que mejor represente este humor tan extraño a ojos de un espectador occidental sea la aplaudida ‘The Host’, de Joon-ho Bong, una singular amalgama de terror, comedia y sátira social.
En ‘Sympathy for Lady Vengeance’ tampoco falta la crítica social: al sensacionalismo de los medios de comunicación, a la Iglesia y a la Justicia. Incluso se ríe de sí misma cuando un periodista lee el siguiente titular para un informativo televisivo: “Indignación ante el anuncio de un director de rodar una película sobre estos hechos”.
Siendo una película violenta, no se recrea innecesariamente en la casquería, elidiendo los momentos de mayor brutalidad. Como hacen los directores más hábiles, Chan-wook opta por sugerir antes que mostrar. Un buen ejemplo de ello son los vídeos de los infanticidios, en los que no se detiene más de lo imprescindible, y la venganza colectiva, donde se priorizan los sentimientos de los familiares de las víctimas por encima de la ejecución del castigo.
‘Sympathy for Lady Vengeance’ ha llegado a nuestras carteleras con dos años de retraso, lo que da una idea de la pésima distribución que hay en este país para las películas venidas de Oriente. La última obra de Chan-wook Park, aún inédita en España, se titula ‘I’m a cyborg, but that’s OK’, y supone un cambio de registro radical con respecto a todo lo que había hecho hasta ahora, ya que se trata de una comedia romántica con un trasfondo de locura. Las críticas que ha recibido hasta ahora no han sido favorables, pero todo será verla.
Aunque entre la crítica parece
haber unanimidad en cuanto a que ‘Old Boy’ es
la obra cimera en la filmografía de Chan-wook Park,
el abajo firmante sostiene que ‘Sympathy for Lady Vengeance’
es superior a aquélla, por ser más equilibrada
y menos efectista, sin por ello perder un ápice de
esa belleza plástica que les caracteriza. Véanla
y júzguenlo ustedes mismos.
Tráiler de 'Sympathy for Lady Vengeance'
Tags: Sympathy for Lady Vengeance, Chan-wook Park, trilogía de la venganza, Old Boy, Sympathy for Mr. Vengeance, Lee Young-ae, Choi Min-sik, Vivaldi, Jordi Savall.
Óscar Bartolomé