Sobre El Parnasillo

( Dedicado a Amelia )
Extraño tus ojos cerrados al besarte,
el olor de tu pelo al despertarme,
el calor de tu cuerpo al abrazarte,
la ternura de tu voz al susurrarme.
Extraño pasear cogidos de la mano,
pararnos en la calle para besarnos,
y llevarte prendida del talle
sin reparar en quién hay delante.
Extraño tomar tu mano entre las mías
y besarla en un restaurante,
aun cuando un camarero indiscreto lo advierta
y mude al instante su semblante.
Extraño despertar la envidia de los
paseantes
al tener a mi lado a la mujer más rutilante;
¡que se mueran de celos por no poder tocarte!
Extraño reclinar mi cabeza en tu pecho,
apoyar tu cara en mi hombro,
acariciar tus piececitos bajo las sábanas
y musitar tu nombre con las luces apagadas.
Extraño recorrer tu espalda con mis
labios
haciéndote cosquillas con mi barba y con mi aliento,
y taponar con mi dedo índice tu ombliguito
incitándote a un risa incontenible como la de un niño.
Extraño los latidos de tu corazón,
acelerados de pura pasión;
y tus pezones sonrosados,
enhiestos por mis bocados.
Extraño besarte en la ducha,
con el agua resbalando por nuestras caras
y cayendo desbocada como una catarata
–rocío para nuestras almas– .
Extraño el cálido abrigo de
tu boca,
la tibieza de tu lengua
–siempre tan traviesa y juguetona–,
la humedad de tu entrepierna
y la dureza que me provoca.
Te extraño, Amelia.
Óscar Bartolomé