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Series de televisión
Póster de 'The 100', serie creada por Jason Rothenberg sobre la novela homónima de Kass Morgan.

Los 100 (The hundred), crítica de la serie protagonizada por Clarke y Bellamy

Pocas series tienen un arranque tan poco cautivador como ‘The 100’ y luego, con el paso de los capítulos, generan tantas expectativas. Es un caso único de transformación de lo que parecía ser una serie para adolescentes en la línea de ‘Los juegos del hambre’ y otras películas post apocalípticas similares en una narración adulta con personajes ricos en matices y bien desarrollados que evolucionan tanto como el difícil entorno en el que se mueven. En verdad, en un comienzo daba la sensación de que sería otra serie sci-fi de bajo presupuesto y efectos especiales más bien cutres con personajes arquetípicos de rostros bonitos, giros de guión previsibles y un fondo muy maniqueísta donde quedaba claro desde el principio quiénes eran los buenos y los malos. Sin embargo, y por fortuna, pasados los tres primeros capítulos de la primera temporada esto empezó a cambiar, y aunque la serie aún arrastra algunos defectos, consigue atrapar la atención de un espectador exigente. Es por ello que vale la pena recomendar a quien esto lea que si aún duda si ver ‘The 100’, que no desista si esos primeros episodios le parecen muy flojos, porque si le da una oportunidad, le sorprenderá. Yo mismo confieso que si no llega a ser porque había leído que la serie daba un vuelco, probablemente no habría empezado a verla o no habría pasado del segundo capítulo.

‘The 100’ está basada en la novela homónima de Kass Morgan y creada por Jason Rothenberg para CW. Hasta ahora cuenta con tres temporadas, la última de ellas recién emitida. Así que es un buen momento para ir sacando conclusiones.

Clarke y Lexa forjan algo más que una frágil alianza.Lo primero que hay que decir es que, antes que una serie de ciencia ficción, ‘Los 100’ es una serie de supervivencia, y en esa temática es donde mejor se desenvuelve. La premisa argumental (una expedición formada por jóvenes delincuentes que regresa a la Tierra casi un siglo después de que fuera devastada por una guerra nuclear, aun sin saber si es habitable), plantea un arco narrativo idóneo para contar este tipo de historias. No deja de ser curioso que los que se creían el último refugio de la humanidad, aquellos privilegiados que pudieron escapar a esa Estación Espacial Internacional llamada El Arca (nombre muy bíblico, por cierto), al volver se encuentren con que la Tierra ya no les pertenece, que son unos extraños en ella, unos invasores, y que, para su perplejidad, sí hubo supervivientes al holocausto nuclear, y que éstos son ahora los verdaderos terrícolas (grounders). Estos nativos, a los que se abandonó a su suerte cuando la radioactividad arrasó con casi todas las formas de vida sobre la Tierra, han retrocedido a una sociedad feudal, y su barbarie hace interesante el contraste con la gente del cielo y con los hombres de la montaña, quienes, pese a su apariencia más refinada, en realidad son tan crueles como ellos o más. A partir de ahí, y como es fácil de deducir, de desatan las animosidades entre unos y otros en sus luchas territoriales, y también dentro de cada uno de los clanes enfrentados, y, por supuesto, se producen los clásicos acercamientos, el mutuo conocimiento de cada cultura y civilización, los pactos, las treguas, las desconfianzas, los espionajes, las traiciones y los cambios de bando. Vamos, lo típico en una guerra en cualquier época y circunstancia.

Como decía, el punto fuerte de ‘Los 100’ (quién lo iba a decir en un primer momento) son los personajes. Espoleados por este clima hostil y belicoso, todos evolucionan a marchas forzadas de una u otra manera. En ese sentido, Clarke (Eliza Taylor), Marcus Kane (Henry Ian Cusick), Bellamy (Bob Morley) y, sobre todo, Murphy (Richard Harmon) son los que presentan un desarrollo más espectacular y logrado. Es especialmente llamativo el caso de John Murphy, que pasa de ser un matón de poca monta, y luego desterrado y repudiado por todos y torturado por los terrícolas, al mejor ejemplo de adaptación al ambiente y supervivencia. Su cinismo y socarronería son impagables. Siempre pone una nota de humor, incluso en las situaciones más desesperadas. Es el típico belitre de novela picaresca, un buscavidas. Clarke, cómo no, es la gran protagonista, pero su evolución es asimismo remarcable, pues pronto deja de ser esa princesa modosita como sacada de un cuento de hadas, que es como todos sus compañeros la ven, para meterse de lleno en el barro. En última instancia, es una líder que en su búsqueda de la justicia sabe lo que es mancharse las manos de sangre y que en momentos críticos no duda en ser resolutiva, cruel e implacable, si fuera necesario. Le ocurre un poco al contrario que a Bellamy, quien al principio pretende imponer en el campamento un liderazgo basado en una férrea disciplina marcial, pero posteriormente se va ablandando y asumiendo que Clarke es la verdadera líder. Entre Carke y Bellamy hay una inefable atracción que antes o después –y ya está tardando– tiene que desembocar en romance, y más ahora que ya no está Lexa. Marcus también es un caso singular, porque en El Arca se nos presenta como un político ambicioso, incluso arribista, de convicciones muy fuertes y arraigadas, casi cerriles y rayando lo tiránico, pero luego, cuando pisa tierra firme, experimenta un gran cambio, y se convierte en uno de los mayores defensores de la alianza con los terrícolas. Su camino es casi inverso al de Thelonius Jaha (Isaiah Washington), que empieza siendo conciliador y, tras ser sometido por ALIE, deviene fanático.

Los personajes en 'The 100' sufren una gran evolución, como Octavia, Bellamy o Marcus.En el lado contrario, hay otros personajes cuya transformación no resulta del todo convincente ni bien argumentada, como Finn (Thomas McDonnell), declarado pacifista y ecologista y adalid del acercamiento entre la gente del cielo y los terrícolas, que posteriormente, en su obsesiva búsqueda de Clarke, termina convirtiéndose en un asesino despiadado. Por el camino pierde todos los escrúpulos morales que antes eran su fortaleza, y no hay nada que explique un viraje tan radical. Jasper (Devon Bostick) también experimenta un cambio muy brusco, desde esa ingenuidad y optimismo iniciales al nihilismo posterior, pero al menos en su caso media la pérdida de Maya. La conversión de Octavia (Marie Avgeropoulos) en fiera guerrera trikru bajo la tutela de Indra también se me antoja algo forzada y efectista, por más que los flashbacks nos muestren su desarraigo y falta de integración y más tarde se erija en elemento catalizador de esa casi imposible alianza de civilizaciones por medio de su incondicional amor por Lincoln (Ricky Whittle).

La supervivencia en ‘The 100’ está vinculada a la toma de decisiones trascendentales que implican la salvación de unos y la aniquilación de otros. Casi siempre es Clarke quien se ve obligada a tomar estas decisiones no muy populares mediante el cliché de apretar un simple botón, y esto suele suceder, invariablemente, al final de cada temporada. En la primera, para encender el motor de la nave y achicharrar al ejército terrícola que les estaba asediando, siguiendo el plan de Raven (Lindsey Morgan); en la segunda, para dejar de filtrar el aire del exterior y condenar a la extinción a los habitantes de Mount Weather; y en la tercera, para desactivar a la inteligencia artificial ALIE y desatar así una nueva amenaza nuclear. Clarke, en su rol de líder, siempre tiene que enfrentarse a estas difíciles decisiones que comprometen el futuro de los suyos y el de los demás, al igual que hiciera Jaha cuando decidió permanecer en El Arca, inmolándose, para que los demás pudieran descender a la Tierra en los módulos espaciales. No hay liderazgo sin sacrificio ni victoria sin pérdidas.

Clarke, Raven y Abby tienen que adaptarse a un entorno hostil y cambiante.Un detalle simpático que me agrada sobremanera en ‘The 100’ son los diferentes términos tribales que usan y su transcripción fonética: Trikru, Skaikru (skycrew), Flaimkepa (flamekeeper), Pramheda, Wanheda, etc. Aportan una nota de color y originalidad.

Aunque ‘Los 100’ ha crecido mucho desde sus titubeantes inicios, esta tercera temporada me ha dejado sentimientos encontrados. Creo que los guionistas han querido abarcar mucho y algunas subtramas han quedado muy descompensadas, como la de la Nación de Hielo, la rebelión de Pike en Arkadia y el origen de las natblidas. Al mismo tiempo, personajes importantes como Bellamy han ido perdiendo protagonismo al arrebatarles voluntad y poder de decisión. Toda la trama de La Ciudad de la Luz ha absorbido a las demás, hasta llegar a ese final trepidante donde nada más puede pasar, y que bebe descaradamente de ‘Matrix’ y ‘Origen’, y mi sensación es que toda la historia de ALIE –incluso su personificación, con ese hieratismo y ese rojo deslumbrante– y los microchips a veces se hacía un tanto pesada y excesiva. Personalmente, me gustaron más los conflictos con los terrícolas y los carroñeros (reapers) y con los habitantes de Mount Weather. Creo que ahora mismo ‘The 100’ se encuentra en un momento de indefinición, y en la cuarta temporada sabremos si empiezan a asomar los primeros síntomas de agotamiento.

Créditos iniciales de 'The 100'

Tags: The 100, Los 100, Clarke, Eliza Taylor, Bellamy, Bob Morley, John Murphy, Richard Harmon, Octavia, Raven, Macus Kane, Henry Ian Cusick, Thelonius Jaha, Lexa, ALIE, sci-fi, supervivencia, Jason Rothenberg, Kass Morgan.

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Óscar Bartolomé

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